“Esta es una película basada en el terror psicológico, en el terror hacia lo desconocido, entonces, jugamos en todo momento con la dualidad en que si las cosas que el periodista está investigando tienen que ver con un psicópata o con alguna energía maligna. Que a lo mejor, o no, ya veremos, están relacionadas. No hay que olvidar que el ser humano, en su miedo ante lo desconocido, incluso en su medio ante la oscuridad o lo tenebroso que habita en él, suele apoyarse en la figura del demonio”, argumenta el director de Oro rojo –el documental premiado en el Festival de Málaga– que lleva esta dualidad a otros aspectos de su cortometraje. “Además de la dualidad de maldad palpable-espiritual, también están presentes la dualidad hombre-mujer,bien-mal, yin-yang, incluso hasta hay acciones que se producen de dos en dos”, detalla.
Dualidad presente también en “el carácter de algunos personajes”, como el de Sara, que interpreta la joven Marta Escalante. Sara es la hija de la intrigante familia que vive en las marismas y “aunque su apariencia es de niña desvalida, que no tiene todas las demás cosas que pueden tener otras niñas, que vive con su hermano (Pablo Benítez) y con su abuelo (Bruto Pomeroy), una niña buena que ayuda a los demás, pues también tiene su parte más oscura, es un personaje muy bonito de hacer porque pasa por muchos estados diferentes”, se congratula la actriz que lo encarna y que siente este papel como “una oportunidad”.
A ella y a su peculiar familia se acercará Pedro, un periodista de Madrid que trabaja en Diario de Cádiz que es interpretado por el actor Guillermo Estrella (Biutiful, El chiringuito de Pepe, Cuéntame cómo pasó) que lleva el peso de la investigación y, por tanto, del cortometraje de Sotomayor. “Tenemos también a Mario Zorrilla, que ha trabajado en El laberinto del fauno, en la serie El secreto de Puente Viejo, ahora está en los cines con Mikaela, en el papel del teniente de la Guardia Civil,a Carmen Calero haciendo de la agente compañera, a Sergio Román como el jefe de la redacción, a Bárbara Shunyí como la codicóloga a la que consultan… Bueno y un gran número de figurantes porque esta película tiene muchos personajes en torno a los que circula la trama. Y la verdad que está siendo un reto trabajar con tanta gente en un corto, pero es necesario para poder enredar y desenredar esta intriga”, resuelve el creador.
Una trama ligada e influenciada por los paisajes donde se desarrolla, especialmente, por la singularidad de las marismas. “Un lugar como una marisma es un sitio muy especial, es un lugar casi desierto pero, a la vez, lleno de vida y también ligado al surgimiento de la vida en la Tierra, al mar. Es como un lugar intermedio, ¿no?, como un purgatorio, esos lugares que están dotados de cierto misticismo, de cierta, digamos, atmósfera muy propenso para unir otras realidades, para lo extraño”.

En marismas de la provincia de Cádiz, en una salina privada de Chiclana, en el Parque Natural de la Breña en Barbate, en el Casino Gaditano de la capital gaditana, entre otras localizaciones, ha rodado La clavícula de Salomón el equipo de Jesús Sotomayor durante toda la pasada semana, además de en la propia redacción de Diario de Cádiz.
Es en la céntrica sede del rotativo gaditano donde el protagonista recibe el encargo de investigar el caso de asesinato que lo llevará a la geografía insólita de las marismas, aún más misteriosa después de pasar por el filtro del isleño José Luis Ossorio, fundador de Mordor Props Workshop cuyos trabajos de props, réplicas y prototipos han sido requeridos para películas tan relevantes como La sociedad de la nieve, de J. A. Bayona, o series como Juego de tronos. Además de con Ossorio, Jesús Sotomayor cuenta con “un equipo técnico formado casi por entero de profesionales de nuestra tierra”, se enorgullece. De hecho, es una de las motivaciones que le animan a poner este proyecto en marcha, “trabajar con gente tan buena de la provincia de Cádiz y, también, contribuir a poner su trabajo en valor, si consigo que el público pueda ver eso también en esta película, cumpliría, desde luego con uno de mis objetivos con esta película”, asegura.
Además, “trabajar en Cádiz” es otro de los grandes alicientes para el cineasta ya que considera que “Cádiz es un sitio muy bonito, un sitio maravilloso y un sitio que hay que seguir mostrando en todo el mundo”. Así, aunque la historia de La clavícula de Salomón “podría pasar en cualquier lugar del mundo”, Sotomayor elige Cádiz porque apuesta por “seguir mostrando nuestra tierra, una cara diferente de nuestra tierra, gracias al terror”. “Insisto, los paisajes de la provincia, que aquí están escogidísimos, son maravillosos, los profesionales de Cádiz son increíbles y tenemos también muchas facilidades a la hora de rodar como las horas de luz. Son muchos factores, muchos, los que me llevan a hacer esta película en Cádiz, pero, además, porque soy gaditano y quiero hacerlo en mi tierra, estoy orgulloso de mi tierra”.

Por tanto, qué mejor lugar para rodar una cinta que, a buen seguro, será inolvidable para el director, no en vano, es su “primera incursión seria” en la ficción. Un proyecto que levanta “animado” por José Luis Goas, exdirector del Festival de Cine de Sitges, al que Sotomayor conoce de los tiempos en los que fundó el Festival de Cine Fantástico de Tarifa, Fantarifa. Y, de hecho, Sitges será uno de los festivales a los que este cortometraje intentará llegar –también a Málaga, otro viejo conocido de Sotomayor– para, después “pasar a las salas de cine y ponerlo a disposición de todo el mundo, en abierto, porque el objetivo es que se vea, que la gente lo disfrute”, se compromete su autor que, tras el rodaje, afrontará el proceso de posproducción de la película “en dos fases”. “Primero se hace la edición y después se colorea, que lo hará un gran profesinal como es Jesús María García”, precisa.
Agradecimiento que se hace especialmente extenso hacia el “súper equipo” que Sotomayor ha fichado. “No te imaginas la implicación de cada uno ellos y cómo se están volcando con el proyecto. Yo estoy muy contento”. Con esa compañía, un director de una obra de terror no teme “a nada”.